2012
Govert Westerveld
Biografía de Juan Ramírez de Lucena.
Embajador de los Reyes Católicos y padre del ajedrecista Lucena.
http://www.lulu.com/spotlight/moriscoricote
Comparando la biografía de Juan Ramírez de
Lucena, realizada por la profesora Lucia
Binotti, y la nuestra, el lector se dará cuenta de que los trabajos de los
cronistas oficiales también pueden valer la pena. Últimamente he captado ya en los congresos,
donde participan tanto cronistas oficiales como profesores de la Universidad,
el comentario por parte de los profesores, de que conviene tener cuidado con
los cronistas de los distintos pueblos, puesto que
ellos saben en más de una ocasión más que los mismos
profesores. Es decir, los profesores de la Universidad nos tratan ya con un gran
respeto.
Los buenos investigadores de la Celestina saben que el nombre de Lucena
es interesante. Sin embargo, así no ha
sido en Valencia, donde mi amigo José Antonio Garzón Roger, Periodista,
escritor, Historiador del Ajedrez y
Presidente de la Asociación Valencia, cuna del ajedrez moderno, así como Juan Anguix Garrido, Maestro
Internacional y Presidente de la Federación Valenciana, supieron organizar unos
estudios internacionales “La Cultura y la Historia del Ajedrez, el
papel preeminente de Valencia. Valores formativos y lúdicos de la enseñanza y
la competición Ajedrecística”.
Estaban invitados para dar conferencias en este curso los mejores historiadores
mundiales del ajedrez, dentro de los cuales tuve el honor de estar, abarcando
el periodo de Isabel la Católica. Los Estudios Internacionales se celebrarían
entonces entre los días 25 y 29 de octubre de 2004 en la Universidad
Internacional Menéndez Pelayo, lugar donde los catedráticos conocen de sobra a
La Celestina. Después del papeleo necesario me informó la universidad, unos 20
días antes, que el curso se había anulado por falta de asistencia. Cosa
realmente muy extraña y penosa, porque entonces era el momento preciso, con el
consenso científico como garante, con Valencia en el epicentro de todo, algo
que había costado muchos años de investigación.
Antes había indicado ya que algunos profesores de Valencia se lamentaban
de no haber sido consultados; ahora se les ofrecía participar, opinar,
discrepar –si era el caso- en algo importante para la historia de España -
Seminario de Historia de Ajedrez, justo en época de la Celestina - y entonces,
por falta de quorum, se tenía que suspender el curso. Los acontecimientos
venideros se encargaron de demostrar que fue una oportunidad fallida.
Está claro que los más grandes historiadores
se equivocan por no investigar con suficiente profundidad. La tesis y
bibliografía de Máximo Diago Hernando sobre nuestro protonotario, Juan Ramírez
de Lucena, estaban disponibles en las bibliotecas nacionales, en forma de
libros y revistas, para cualquier persona, desde hace casi diez años; y con
algunos de los trabajos de Carlos Carrete Parrondo pasaba lo mismo. Consultando
los títulos en las bases de datos, con la palabra “Lucena”, puede enterarse
cualquier persona de los libros que se han escrito sobre Lucena y ajedrez, y se hubiera hallado
inmediatamente al autor Dr. D. Ricardo Calvo, Carrete Parrondo y Diago
Hernando. Vemos que no tienen, o no dedican suficiente tiempo a una
investigación para la obtención de suficiente bibliografía. Los motivos pueden
ser varios, entre ellos, por ejemplo, falta de tiempo y presupuestos.
Con esto pretendo demostrar que los
investigadores sin muchos estudios históricos y sin saber mucho de la historia
pueden jugar, igual que ellos, un papel muy importante en el futuro, siempre
que inviertan el tiempo necesario en la investigación. En mi caso particular,
hace unos quince años un importante historiador mundial del juego de las damas
intentaba frenarme en mis investigaciones, porque según él yo era profano en la
materia. Seguramente el hecho de no disponer de título alguno de filólogo o
historiador y no saber nada de etimología, era para él determinante para no tomar en serio mis investigaciones, porque
según él yo no era calificado. Parece
ser que sin carrera universitaria de filología e historia, tal como en mi caso,
uno esta automáticamente descartado como investigador. Un hecho al que me
opongo tercamente, porque he llegado a la conclusión de que muchos grandes
historiadores de la universidad también tienen grandes errores en sus
investigaciones. Estos errores pueden ser por falta de profundidad, tiempo,
presupuestos y otras causas, de tal forma que ser profano ya no es
definitivamente una razón excluyente ni tiene ningún valor si el investigador
profano en cuestión tiene suficiente tiempo. El refrán o dicho del profesor
francés Marc Bloch, tan impulsado por el gran historiador medieval murciano,
profesor Juan Torres Fontes, tiene cada día más sentido:
Los
historiadores deben ser juzgados no por lo que saben,
sino por lo que investigan.
El slogán holandes que sigue ahora tampoco está mal:
El trabajo duro vence al talento cuando el talento no trabaja duro
Uno de estos grandes historiadores es el famoso profesor Ottavio di
Camillo, un genio investigador de La Celestina, pero en el tema de Juan Ramírez
de Lucena se le ocurrió escribir al final de su artículo “Juan de Lucena’s
rewriting of Bartolomeo Fazio’s de Vitae Falicitate” del año 2008, que poco se sabe de este protonotario
después de su regreso a España en 1464.
On his return to Spain and on what year, of the
city in which he resided and of his aspiration of ever attaining a
lucrative position at the court of Enrique IV or, for that matter, to form part
of the entourage of high ranking member of the nobility or of the Church, we
know absolutely nothing.
Es francamente mal el final de su artículo de 33 páginas, pero aquí debo decir que el profesor no estaba
al día con sus investigaciones, puesto que no supo mencionar los estudios
realizados por Máximo Diago Hernando y por otros. Ni Ottavio di Camillo
ni otros catedráticos tienen costumbre de ver la base de datos de su propio
país, en este caso ISOC - Historia (www.bddoc.csic.es). Las universidades con sus investigaciones y
tesis doctorales, al parecer, se mueven en un circuito cerrado donde no se
prestan atención a otros institutos y estudios. Al menos esto es la conclusión
a la cual he llegado estudiando a fondo la bibliografía de Juan Ramírez de
Lucena.
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